lunes, 23 de noviembre de 2015

Que florezcan jazmines y otras ilusiones de lanaturaleza

Brandani, quizás también Galvan, siempre Andrés

Aclaración, este post se escribe sin el diario del lunes, ni martes…
Miles de páginas se están escribiendo en este momento, diarios enteros tratando de definir la realidad, con su interpretación, de anclarla en su mirada, militantes del doble clik regalando sus virtuales lágrimas en un océano de sordos muros, cientos de tuits gozosos de la victoria y dolorosos de la derrota. Nada de eso importa aún, nada de eso me importa aún. También, al igual que miles de litros de tinta se están usando en los diarios otros miles de litros se están usando en repartir culpas, en llenar facturas, en recriminar decisiones, formas de conducción y construcción, en tratar de encontrar al conductor de la calesita chocada, tampoco esto importa, tampoco me importa. Les pido que me regalen unas líneas de su atenta lectura de este post para decirles qué importa, que me importa hoy.
Ayer, como de casualidad (?) me topé con un poema de Juan Gelman, “El menos pensado”, en donde nos regala la ilusión de que ellos, nosotros, “encontrarán la palabra que se perdió hace millones de dolores”, y hoy, luego de los resultados de anoche no lo voy a negar, dolor es algo que siento, y siento la necesidad de encontrar la palabra.
Algunas verdades generales. Se perdió, se perdió por poco, muy poco, 1%. Se podría haber ganado. Después de 12 años era casi inevitable la alternancia, da bronca que luego de tantas victorias sociales (ni vale la pena enumerarlas), tantos derechos conquistados no haber ganado y por goleada!.
Duele, y me doy cuenta que duele mucho porque una cosa es perder, una vez más, [los que militamos en la ciudad ya sabemos cómo es esto de perder contra globos] y otra, muy diferente, es perder cuando se había ganado todo. Se había ganado la posibilidad de construir horizontes, nos habíamos acostumbrados a llenar de colores la política, la gestión,  la vida.
Algunas reflexiones quedan en el aire, la sensación de que vivíamos en un micro clima y nos perdimos la posibilidad de saltar el cerco y hablarle, convencer, al que no nos votaba de por qué lo tenía que hacer. No supimos, no necesitábamos, no quisimos, mostrarle ese horizonte lleno de colores. Reagruparse, resistir, volver, son palabras que se mencionan mucho por estas horas. Quizás. Quizás no nos fuimos, quizás ya estamos juntos. Quizás.   

Luego de todo lo anterior, vuelvo al principio, al poema de JG, lo que importa hoy, lo que me importa hoy, a mí que soy un recién llegado y siempre lo seré, es encontrar la palabra, esa palabra, la que lee y escribe el corazón, encontrarla entre los millones de dolores para construir [sobre arena como si fuese roca]. Encontrar es apalabra con la simple razón y sentido de compartirla, solo hacerla circular para que vaya una palabra y vuelvan miles, que vuelva la palabra colectiva. Y, si hay un nosotros ya no importa tanto la palabra, sino la tarea de compartirla.

Vamos, de nuevo....




El duende de tu son, che bandoneón, 
se apiada del dolor de los demás, 
y al estrujar tu fueye dormilón 
se arrima al corazón que sufre más. 
Estercita y Mimí como Ninón, 
dejando sus destinos de percal 
vistieron al final mortajas de rayón, 
al eco funeral de tu canción. 

Bandoneón, 
hoy es noche de fandango 
y puedo confesarte la verdad, 
copa a copa, pena a pena, tango a tango, 
embalado en la locura 
del alcohol y la amargura. 
Bandoneón, 
para qué nombrarla tanto, 
no ves que está de olvido el corazón 
y ella vuelve noche a noche como un canto 
en las gotas de tu llanto, 
¡che bandoneón! 

Tu canto es el amor que no se dio 
y el cielo que soñamos una vez, 
y el fraternal amigo que se hundió 
cinchando en la tormenta de un querer. 
Y esas ganas tremendas de llorar 
que a veces nos inundan sin razón, 
y el trago de licor que obliga a recordar 
si el alma está en "orsai", che bandoneón.